ADIÓS A STEPHEN HAWKING, UN GENIO QUE NOS ENSEÑÓ A VER EL UNIVERSO
Hoy, 14 de marzo de 2018, habrán
muerto muchos hombres, incluso ilustres, pero de entre todos los que han pasado
a otra vida, un cristiano diría “a mejor vida”, Stephen Hawking habrá visto a Dios, en quién él no creía.
Un hombre superdotado, que, en
opinión de algunos doctores en Medicina, debía haber muerto hace
aproximadamente cincuenta años, pero que,
en contra de tan adversas
predicciones, se superó a sí mismo convirtiéndose
en un icono de nuestro tiempo. Su mejor aportación ha sido alentarnos a
trascender la carga de irracionalidad y fanatismo heredado que tanto daño ha
causado a la Humanidad.
Ya desde niño sobresalió en
todos los estudios en que participó, pero especialmente en la Física, a la que
tuvo que dedicarse a pesar de que sus deseos
impúberes fueran las matemáticas, a cuyos estudios no pudo acceder por no
existir en su universidad profesores que enseñaran el estudio de dicha materia.
Obtuvo su doctorado en Física en la Universidad de Cambridge en 1966.
Aquejado de una enfermedad terrible, la esclerosis lateral amiotrófica
(E.L.A.), que, entre otras cosas, le hizo perder la mayor parte de su control
neuromuscular, terminando en una silla de ruedas, como se le ha visto
últimamente. A pesar de eso su cerebro siguió activo hasta llevarlo a ser la
primera autoridad en el estudio y comprensión de las leyes que explican el
Universo. Fue infatigable en su labor por dar a entender, no sólo las cuatro
leyes de la Termodinámica de los Agujeros Negros. Él, desde su silla de
ruedas, probó que los agujeros negros
debían de crearse y emitir térmicamente partículas subatómicas. Supo
relacionar las ecuaciones de la
relatividad de su predecesor Albert
Einstein con la Mecánica Cuántica, identificar las únicas partículas que pueden
escapar del horizonte de sucesos de un agujero negro, una frontera que ni
siquiera la luz puede cruzar y que hasta entonces se consideraba infranqueable.
Podíamos seguir rellenando
cuartillas y cuartillas hablando de sus trabajos pioneros en la ciencia que dominaba y los innumerables
premios, entre ellos el Nobel, que le fueron concedidos por diversas
universidades y multitud de instituciones académicas. Pero tenemos que acabar
obviando la ampulosidad descriptiva, pero, cómo no, agradeciendo a este superhombre
singular su dedicación a la Ciencia y el habernos introducido en la comprensión de algo tan
maravilloso como es el Universo y algunas de las leyes que lo definen. Gracias
a él las personas pueden estar seguras de que las espigas seguirán dando sus
anuales frutos dorados de la misma forma genesíaca que hace miles de siglos, y
que las lluvias de otoño continúan cayendo imperturbables con el mismo son y el
mismo compás de siempre, y las conjugadas de los sombreados pían y escarban
todas las madrugadas de la misma manera que lo hacían en el principio de la
creación.
Ignoro Stephen, admirado e
insigne astrofísico, infatigable creador de teoremas y ecuaciones imposibles, la
conversación que tendrías con el Dios que ignorabas, pero estoy seguro de que
Él te ha atendido como lo que eras, un hombre singular, de los que nacen cada
cien años y cubren de gloria a la
Humanidad de la que formabas parte.
En Málaga, a catorce de marzo de
dos mil dieciocho.
(José Luis Gessa)
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